Entre el huracán y la psicodelia nos perdimos
la tarde aquella, ni mundos desordenados ni pirañas muertas nos amilanaron…
todo quedo en unos puntos de luz que nuestras almas iluminaron, devolviéndonos
la alegría en un mundo casi desbastado.
Arróllame como un tren y espárceme en millones
de pedazos, para sembrar la semilla de la psicodelia en el negro asfalto…
gratitud entre tus brazos y fuego en tu forma de morder mis labios.
Alejandro
Maginot.