sábado, 4 de abril de 2020

Typical Spanish













   Estábamos en plena feria de Abril, en concreto era sábado, uno de los días más bulliciosos en las casetas de la feria. Como cada mañana, antes de ir para el recinto ferial, me paré a tomar un café en el Hotel Plaza, no sólo porque ponen el mejor café de Sevilla, sino también porque trabaja en la barra mi colega Curro. Este amigo era de lo más cachondo, así que mientras tomaba el cafecito, me lo pasaba como los indios con mi amiguete.

  En una de esas pausas, que como es natural teníamos que hacer cuando un cliente requería su servicio, una chica de piel blanca como el nácar y rubia como el trigo, llegó a la esquina de la barra. Mientras esperaba que curro la atendiera, me miró de soslayo y sonreí, ella asintió con la cabeza. Deduje por su vestimenta y la textura de su piel, que ella era lo que aquí llamamos una “guiri”, y sin miedo a equivocarme diría que inglesa.

  Estando en estas cábalas, Curro fue a atenderla, de repente me miraron los dos y él me señaló con un dedo,- ¡joder ya ha tramado algo el muy cabrón! -, pensé. La chica se dirigió hacia mi súper contenta, yo esperaba lo peor, porque no sabía lo que Curro había ideado para ponerme en jaque, este colega era un peligro, me metía en cada embolado que para salir de él tenía que estrujarme las neuronas. Cuando la chica estuvo a mi altura me dijo:

― ¡Hello! ¿Are you the driver of the horse car?

  Aunque mis amigos me llaman el políglota, porque se me da bien ligar con las extranjeras, en realidad sólo había dado francés en la EGB y algo de inglés en el Instituto, o sea que al final era una mezcla que no me llevaba a ninguna parte, para mí era más efectivo el idioma universal de los signos, pero bueno a veces tenía que tirar de mi popurrí lingüístico. Así que le contesté:

― I don´t speak english very well, just a gross mix of English and French.

 Y por meterle una zalamería, para terminar esa frase le dije “Compras pan”.

― No, yo comer pan esta mañana para desayuno. Jaja

  Joder no esperaba el sentido del humor que tenía esta chica, se pegó una carcajada con lo de compras pan, que me dejó enamorado de su simpatía.

― No precupar, I also speak a Little Spanish. Me respondió con un arte que pa qué.

  En aquel momento casi me sentí aliviado, me dije, con su poco español y mi menos inglés, estamos salvados.

― No soy cochero, mi amigo gastado broma. Le dije risueño.

― Ok, somos amigas varias, para feria, esperando car. Yo subir y decir amigas no llegar car, tu esperar.

  Me quedé sorprendido a su contestación, no esperaba que me dijese de esperarla, así que dije:

― Yes, I wait for you.

  No tenía ni idea de si mi inglés era mediocre o no, pero para mí la cosa funcionan mucho mejor con el lenguaje de signos, aunque como la criatura no era muda, tuve que esforzarme en mi Suajili Sevillano.  Así que mientras esta inglesa de esbelta figura subía a la habitación, yo me dispuse a acabar el café y cagarme en to los parientes de Curro.

  No tardó en bajar la exuberante rubia, vino flechada hacía mí y me preguntó:

― ¿What´s your name?

― My name´s Bartolo, pero no el que toca la flauta.

― Bartoli, que name tan bonito, parecer torero.

  Respondió ella como si hubiera descubierto algo maravilloso, a lo que yo le dije:

― Yo, toros desde barrera. ¡Muu! Hacer mucho daño. Bueno tu ¿cómo llamar?

― My name´s Elisa, ahora conocidos, tu llevar a feria.

― Eso está hecho, ¡vamos volando!

  Salimos del hotel y la llevé al aparcamiento, donde tenía mi súper vehículo, una vespa de los ochenta, con cinco capas de pintura encima, la última rosa, se ve que su último dueño había sido una fémina con complejo de Barbie. Menos mal que para estas ocasiones, tenía un casco de más, casco que venía con la moto y que como podéis imaginar, era rosa con lunares blancos; afortunadamente el mío era color pistacho,  el único símbolo masculino a parte de mis huevos que iba en la vespa.

  Ella se puso el casco encantada, y cuando se subió en la vespa, daba la sensación por sus chillidos de entusiasmo, que se había subido a una limusina en el día de su despedida de soltera. La moto era el medio más rápido para llegar a cualquier lado en estos días, pues el tráfico esta impracticable, además  así el viaje se me hacía más cómodo y excitante, pues la muchacha tenía sus enormes perolas clavadas en mi espalda, de forma que mi pepino corría más que mi vespino; tanto que en sólo veinte minutos estuvimos en el recinto ferial.

  Cuando aquella mujer vio la portada, que daba entrada al recinto, se quedó boqui abierta, no se esperaba una construcción tan bonita, no tuvo más remedio que exclamar:

― ¡Guau, que bonita ser la pórtica de la feria!

  A mí me hacía gracia,  como Elisa chapurreaba nuestro idioma, estaba seguro que con esta mujer me lo iba a pasar chachi piruli.
  No quiero ni deciros como disfrutaba, cuando empezó a ver mujeres vestidas de faralaes, y las parejas subidas a caballo; esta señorita… ¡estaba disfrutando como una enana!, aunque de bajita es lo que menos tenía, pues me sacaba una cuarta en altura, y eso que yo media uno ochenta ¡Joder, vaya pedazo de hembra!

  Conforme avanzábamos, vi a mi amigo Parodi en su carruaje de caballos, así que cogí a la guiri de la mano y eché a correr con ella a trompicones detrás de mí.

― Bartolito, ¿por qué tu correr tanto?

  Yo alterado en la carreara, le respondí:

― Calla coño y corre, que se nos escapa mi amigo Parodi.

  En un sprint de kilómetro y medio, conseguimos alcanzar el coche de caballos, al cual nos subimos sobre la marcha, ya que con la bulla de la gente, Parodi no nos oía,  cuando se dio cuenta ya estábamos sentados detrás de él, que por cierto, se pegó un susto cuando nos vio de tres pares de huevos. Aún con el sobresalto en el cuerpo me dijo:

― ¡Que haces cabronazo, menudo susto me has pegado!

― ¡Coño Parodi! te he gritado lo indecible, pero no me has oído con la algarabía de la gente.

  Mi amiguete, miró a la guiri que era llamativa como ella sola y me dijo:

― Tú como siempre, tan bien acompañado, otra guiri pa tu saca; y… ¡no esta buena la cabrona!









  Yo me sonrojé un pelín, pues mi colega desconocía que ella sabía algo de español, y yo no estaba seguro si había entendido algo. Menos mal que nosotros, los amigotes tenemos un lenguaje de signos, y con ellos, puse sobre aviso a Parodi, para que no siguiera metiendo la pata. Yo un poco preocupado le dije a la chica:

― ¿Has entendido a mi amigo?

Ella sonriendo me replicó:

― Si, dicho yo toi buena, ¡bonito piropo! No entendí palabro cabrona.

  ¡Me lo temía!, sabía que algo no le cuadraba, así que rápidamente le respondí:

― Cabrona, ser muy típico en Sevilla, expresión de cariño.

― ¡Que galante ser tu amigo Palote!
 
  No tuve más remedio que aguantar la risa, al igual que mi amigo que se descojonaba. Una vez nos repusimos de la situación, le dije a mi colega que nos diera una vuelta en el coche de caballos por todo el recinto ferial. Cosa que Parodi hizo con mucho gusto, haciendo el mejor recorrido que se puede hacer en un día tan bullicioso. Elisa, no acababa de creérselo, ni en sus mejores sueños hubiera pensado entrar con tan buen pie en una de las ferias más universales.

  Después de tan encantador recorrido,  paramos en la caseta donde quedábamos toda la pandilla, él tenía que recoger a sus padres, por lo que se despidió de nosotros y continúo con su quehacer. Nosotros entramos en la caseta que estaba abarrotada, allí estaba la mayoría de mi gente, nos acogieron con los brazos abiertos y empezaron a arrimarnos cervecita con tapitas de jamón y queso, lo estábamos pasando” chupendi lerendi”.

  Estuvimos bailando y sudando como pollos hasta media tarde, fue en ese punto cuando salimos de la caseta para tomar el aire, a continuación, nos sentamos en un banco, para entonces ya nos habíamos besado, abrazado y cogido de la mano, por lo que le eché el brazo por su hombro mientras ella me contaba cosas de su vida.

  Me habló de la población más cercana a Londres donde vivía, del clima tan húmedo y lluvioso que había en su país, de lo afortunados que éramos los españoles por tener el clima que teníamos; en fin, estuvo hablando de muchas cosas, el efluvio del alcohol nos daba cuerda para no parar de hablar. Estando en estas charlas, ella me pregunto cuál era el último libro que había leído, yo le dije que había leído “Tonto del capirote” de Francisco Robles, dijo no conocerlo, yo pensé para mis adentros, estos guiris no conocen la buena literatura. Ella continúo contándome, que el último libro que había leído era la trilogía de “Las cincuenta sombras de Grey”, que le había llamado mucho la atención, que le gustaba su trama, aunque ella nunca había practicado algo parecido, y que le gustaría practicarlo alguna vez en su vida.

  Después de contarme esto, me preguntó que si yo lo había leído; le respondí que no, que mis cincuenta sombras eran muy particulares, que yo, si las había practicado, pero a lo typical spanish. Elsa se quedó asombrada al decirle que yo sí había practicado esos malabares, así que en tono dudoso me preguntó:

― ¿De verdad tú practicar sexo, en forma de cincuenta sombras?

― ¡Pues claro chiquilla! Muchos años antes  que saliera ese libro al mercado, ya practicaba yo todas estas artes amatorias.

  En ese momento se quedó mirándome como si yo fuera un Dios. Se giró completamente y acercando su boca a la mía, introdujo su lengua dulcemente y empezó a recorrer todo mi paladar, eso arrancó mi motor y enrosqué mi lengua sobre la suya haciendo círculos inimaginables, el tiempo pasaba y nuestras lenguas no se soltaban, así que, al no poder separar nuestras bocas, la saliva empezó a derramarse por la comisura de nuestros labios. Era una necesidad imperiosa la de tragar su saliva, mientras nuestras manos se dispararon, buscando los lugares más erógenos de nuestros cuerpos para darnos placer.
 
  En un momento de lucidez, me di cuenta que estábamos en el mismo centro del real de la feria, por donde pasaba todo el mundo; y nosotros casi hipnotizados estábamos casi desnudándonos y a punto de dar un escándalo público. Con todo el dolor de mi corazón, no tuve más remedio que parar y pararla a ella, que abrió los ojos como si estuviera en otro planeta, cuando despabiló un poco me dijo:

― ¿Por qué parar tú?  ¡Con lo cachonda que yo estar!

  Yo recomponiendo su ropa y la mía, no tuve más remedio que decirle:

― ¡Joder Elsa! Yo también estoy más caliente que el palo de un churrero; pero no te das cuenta, que estamos en todo el meollo y como sigamos así, ¡cualquiera nos para a la hora de acoplarnos!

― Pues yo estar muy caliente, ¿qué poder hacer?

  Yo pensé rápidamente, para dar una solución al tema, así que le respondí:

― No te preocupes, vamos a una casita que tiene mi abuelo en las afueras de Sevilla, ahí estaremos tranquilos.








  Rápidamente salimos del recinto, buscamos mi súper bólido y a todo carajo nos dirigimos hacia la casita de campo de mi abueli. Una vez abrí las puertas de la parcela, ella se quedó alucinada al ver los árboles frutales que embellecían la finca. Con el calentón que llevábamos, yo no eché cuentas de poner la pata de cabra de la vespa y ésta se fue a tomar por culo, pero eso era lo que menos me importaba.

  Subiendo una cuestecita que había para llegar a la casa, yo paré a la altura de un olivo milenario que tenía mi abuelo, allí ella volvió a meterme mano, aunque yo no quedé manco. Nos besábamos el cuello, apretábamos nuestras cinturas, desabrochábamos botones, era un desenfreno total; ella se arrodilló sacando mi falo de su escondite, ¡uff! ¡Que rico lo que me hacía!, marcaba todo el contorno con la subida y bajada de sus labios, que yo, presto en estas lides casi sucumbo al primer envite. En un momento dado, no tuve más remedio que coger su cabeza y pararla, pues quería desarrollar un poco más aquella embestida. Lo malo que al pararla ella me pregunto:

― ¿No gustar mamada Bartolito?

  A lo cual yo casi sin aliento le respondí:

― ¡Claro que si Elsa!, pero quiero llevarte al súmmun de las cincuenta sombras, ¿recuerdas?

  Sin darle tiempo a articular palabra, me encaramé en el olivo y empecé a trepar, no me di cuenta que llevaba los pantalones a media asta y el culo fuera, así que en el primer empuje me trabé con los pantalones y caí sobre el césped de una forma casi grotesca, ¡coño, qué vergüenza!

  Elsa se meaba la muy jodia, al verme caer del olivo de esa manera, sin poder contener la risa me dijo:

― ¿Tú querer hacer cincuenta sombras, o Tarzán y Jane?

― ¡Espera joder! Que trataba de subir al olivo y no me di cuenta de que tenía los pantalones en los tobillos. Dame dos minutos por favor.

  Me recompuse abrochándome los pantalones y volví a trepar al olivo. Ella no sabía mi insistencia por subir al árbol a qué se debía, pero yo si lo tenía claro. Gateé hasta encontrar una vara de mi agrado, saqué una pequeña navajilla que llevaba en el bolsillo y la corte bajando con ella, la vara estaba totalmente derecha, así que me dispuse a quitarle las hojas para dejarla totalmente preparada. Elsa me miraba con asombro, no daba crédito a las cosas, para ella tan raras que yo estaba haciendo.

  Mientras yo pelaba la vara, Elsa volvió a bajarme los pantalones y continuo su sutil labor, consiguió rápidamente ponerme en situación; la cogí por los cabellos y volví a levantarla, esta vez no para que parara, era porque me tocaba a mí entrar en escena. De tal modo que la despoje de su vestido, todo esto sin parar de danzar y movernos sin control. En uno de los recules, pude alcanzar una cuerda que había sobre un naranjo, como pude le até las manos y lance la cuerda por lo alto de una rama del naranjo; tiré de sus manos hasta tensarlas hacia arriba, ¡qué imagen la de aquella mujer totalmente desnuda y atada a la rama de un naranjo!

  La tenía inmóvil, totalmente a mi disposición, para hacerle cualquier cosa que pasase por mi imaginación; sin titubear la giré poniéndola mirando hacia el tronco del árbol y de espaldas a mí, me arrodillé detrás de su culo, abrí sus nalgas y como Rómulo y Remo empecé a mamar de sus labios, utilicé la técnica de la media luna, bajando con mi lengua desde su clítoris hasta su ano, esta fricción en su vulva la hacía enloquecer, sus labios no paraban de pujarse y su ano se apretaba cada vez más, las corridas le surgían encadenadas, yo sólo podía contener el néctar que derramaba de su loto, mientras sus gritos apabullaban a los gorriones que rondaban por los alrededores.








  Mi olfato estaba lleno de un olor intenso a vagina caliente, mi lengua degustaba un sabor a sabia descontrolada por el desenfreno, pero lo más alucinante de todo, es que estos sabores y olores se mezclaban con el perfume a azahar que desprendía el naranjo, esta mezcla nos estaba drogando de tal manera, que su mirada estaba perdida y la mía totalmente ida por el deseo. Una vez la tenía con la guinda en la boca, me incorporé asiendo la vara de olivo fuertemente en mi mano, sin dudarlo, empecé a azotarla, primero en sus glúteos, al sentir la vara sobre su piel, empezó a retorcerse entre una mezcla de placer y dolor.

  Cada azote, hacía que se girase sobre la propia cuerda, lo cual yo aprovechaba para azotar su vientre y sus senos; Elsa emitía unos sonidos mezclados, sacados de sensaciones nunca sentidas, su cara lo decía todo, no negaba pedía más y yo la asistía en su deseo de experimentar sensaciones nuevas. Ella no paraba de sudar, los verdugones eran ya más que visibles, entonces pensé que era el momento de detener su giro, tenía el cabello pegado por el sudor a la cara, se lo retiré con suavidad y la miré fijamente, sus ojos tenían un brillo difícil de explicar con palabras, Elsa me miró complaciente y subyugada por el placer.

  Mi mente me pedía lamerla, así que empecé a lamer las marcas rojas que había dejado en sus pechos, mientras los lamia ella inclinaba el cuello hacia atrás y miraba hacia el cielo, borbotones de placer bordeaban la comisura de sus labios, que goteaban como botones de regadío. En mi placentera tarea y después de endurecer aún más si caben sus pezones, fui bajando mientras seguía lamiendo las marcas que había dejado la vara en su vientre, mi saliva era bálsamo para aquellas heridas que sanaban al paso de mi lengua; seguí bajando hasta dar de nuevo con su coño, ahí me entretuve bastante rato, trataba de compensar el paréntesis que habíamos hecho, mi lengua profundizaba en su cavidad haciendo movimientos de dentro hacia fuera, martilleando su erecto clítoris, le daba tanto gusto que si no hubiese estado amarrada, habría caído al suelo, pues sus pierna no podían sostenerla.

  La giré y volví a la postura de inicio dejando su culo frente a mi cara, esta vez mi cometido era lamer y besar cada verdugón marcado en su trasero, lo hacía con toda la delicadeza y ternura del mundo, esa chica se había ganado su premio, que era llevarla a la gloria del placer. Una vez hube lamido y besado todas las marcas de su culo, decidí que era el momento de descorchar la botella de champán y ponerle la guinda al pastel; me incorporé lentamente, mientras paseaba mi lengua desde la comisura de su trasero, recorriendo toda su espalda hasta llegar a su cuello, lo besé con énfasis subiendo en círculos hasta alcanzar su oído, donde metí mi legua  cual oso hormiguero buscando su sabrosa comida; desde allí volví a bajar hasta sus axilas, las besaba, las lamia, mientras Elsa estaba delirando como bruja en el Aquelarre.

   Una vez estaba totalmente preparada para entrar en el fuego, empecé a morder su nuca con suavidad, mientras yo apuntaba mi falo directo en su ano, lo penetré suavemente, una mueca de dolor salió a la luz, pero en unos segundos estuvo perfectamente enculada, yo quede quieto, fue Elsa la que empezó despacio a mover su culo, cada vez con más fuerza lo apretaba contra mi vientre, creábamos una danza de lo más intrigante con nuestros movimientos, los dos gemíamos al unísono, aquello era éxtasis derramado por cada poro de nuestros cuerpos.

  Después de un buen rato dándole por detrás, decidí que había que pasar de la mueca del dolor a la mueca del paroxismo total; así que saque mi verga de su ano y la introduje en su jugoso coño, esta vez el respingo fue angelical, como si quisiera alcanzar el cielo aquí en la tierra, yo tenía el grueso de mi polla en su máximo diámetro, estábamos acoplados como embolo que entra en su encaje a la perfección, ahora sólo quedaba buscar el movimiento justo, fui montándola en un equilibrio casi perfecto, pues dudo que en natación se sincronizaran como nosotros.

  Estuve cabalgándola dilatando el tiempo al máximo, cuando por fin yo estaba a punto de caramelo, ella como adivina lo notó y me gritó:

― ¡Para, para, por favor!

  Yo paré inmediatamente, no sé qué pasaba, así que le pregunte:

― ¿Qué pasa Elsa?

― Nada, no pasar nada, tu sólo desátame.

  La desaté enseguida,  ella se volvió me besó la boca y deslizándose hacia abajo fue dejándome su saliva por todo mi pecho hasta llegar a mi falo, el cual cogió con una mano, mientras la otra acariciaba mis testículos como buena jugadora de dados, luego la abordo con sus labios, la lamia la besaba, la chupaba, y cuando vio que mis misiles estaban listos, la sacó de su boca y empezó a pajearme enfocando mi pene hacia su cara, abrió su boca dejando salir su lengua como receptáculo para lo que se le venía encima, fue cuestión de segundos, mi excitación no podía prolongarla más, así que apreté mis nalgas mientras soltaba un cañonazo de leche, que no hubo parte de la cara de Elsa en la que no hubiera esperma ; esta vez fui yo al no estar atado, el que caí de rodillas ante ella, mis fuerzas en ese momento no daban más de sí. Nos abrazamos, nos dimos unos besos y como buenamente pudimos, nos recompusimos y entramos en la casa. Como podéis imaginar allí siguió la fiesta, hasta bien entrada la noche, cuando ya casi exhaustos, nos duchamos y salimos pitando para Sevilla, ya en busca del hotel de Elsa.

  Aún recuerdo la gracia que me hizo Elsa, cuando bajando por la carretera hacia la ciudad me dijo:

― ¡Bartolito, tener cuidado con baches, yo no tener culo como para saltar!

  Me meaba con esta chica, era además de sensual, erótica y súper divertida. Cuando por fin llegamos a la puerta del hotel, nos fundimos en un largo abrazo para despedirnos, antes de soltarnos nos besamos varias veces. Yo me dirigía hacia mi vespa, cuando ella de repente me gritó desde la puerta:

― ¡Bartolito, yo volver año que viene y tu follar, pero no follar como cincuenta sombras Typical Spanish, que dejar culo para el arrastre!

  No pude contener la risa y después de una sonora carcajada le contesté:

― Vale Elsa, te lo prometo, te follare pero sin cincuenta sombras rústicas.

  Ella sonrió  y exclamó:

― Ser broma Bartolin, tú follar como quieras, tú vuelves loca mí ¡Te adoro!

  Alzó su mano, agitándola y diciéndome adiós entró en el hotel, yo me fui pensando, ¡que tía joder, es para enmarcarla, vale un potosí!



Alejandro Maginot
  

 



6 comentarios:

  1. Me encanta todo lo que escribes, y este relato como otros que has escrito es superdivertido. Es atracción a primera vista, se ve, y un alto contenido sexual entre dos personas y por supuesto consensuado.
    Me gusta además de lo divertido, lo caballero que es Bartolo.
    Bravo por tu relato y me alegro que sigas escribiendo tan bien.
    Un saludo

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    1. Gracias Cristina, por tu atractivo comentario. Me alegro que te haya resultado llamativo este relato, Si lo has encontrado divertido me encanta, es síntoma de que te has entretenido y has soltado alguna carcajada. Nuevamente te doy las gracias y te deseo un bonito Domingo.

      Un saludo.

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  2. Hay que ver lo que trajo la feria de Sevilla, ajjajajajaj sin duda Bartolo se lo curro y no solo le enseño la feria sino artes amatorias que la inglesa flipo ajajjaj, solo de imaginarme la escena de ese señorito andaluz cayendo al suelo desde un olivo es para troncharse , eso si , el muchacho se puso manos a la obra y vamos que dejo el pabellón español bien alto ..vamos que las sombras del grey no son na jajajaj ..Muy bueno, es divertido y muy erótico creo que Elisa no solo se llevo la piel aun mas blanca sino el corazón y otras partes más contentas ajjaj.
    Bueno ahora ya más en serio he de decirte que cuando uno lee un relato erótico siempre piensa en algo serio y todo centrado en el sexo , pero da gusto que eso cambie de vez en cuando, apuntes de humor y situaciones divertidas son muy dignas del entramado, así pues enhorabuena Alejandro nos has hecho pasar un buen rato ..en todas direcciones ajjaja.

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    1. Jajajajaj, es que la feria da mucho de si. El pasaje de la caída del olivo es uno de los que más me divierten, también el de la bajada hacia Sevilla, cuando Elsa le responde que no tiene el bollo para hornos con los saltitos de la vespa. Bueno y como tu bien dices, hay que soltar la seriedad de vez en cuando para adornarla de un humor, que no le reste erotismo al relato. Así que te doy las gracias encarecidamente, por todos y cada uno de los comentarios que aportas a mis relatos. Te deseo una preciosa tarde de Domingo, y te mando un fuerte abrazo.

      Saludos

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  3. Me encanta Alejandro, mil aplausos para ti y esa forma de escribir que por lo menos a mi me encanta, la combinación de lo erótico con esos toques cómicos que hace la historia mas llevadera y uno se sienta parte de, nos llevas siempre de la mano. En este caso Bartolo termino siendo todo un conocedor en las mieles del erotismo, nada que ver con el famoso sr. Grey jajjajajajajajaja, mira que a de haber sido todo un caso verlo caerse por conseguir la rama de olivo, pero me encanta la forma de improvisar para poder complacer a Elsa jajajjajjajaa, creo los dos quedaron con un buen sabor de boca jjajajajajaaj. Ya en serio Elsa porque conoció lo mejor de Sevilla, la feria y a Bartolo, ya muchas quisiéramos conocer a Bartolo jajjajajaajajja. Me has hecho la tarde al leerte, me he reído al imaginarlos en la vespa y ella con el culo rojisimo por los azotes jajjajajajaaj. Gracias Alejandro por compartirlo siempre es un honor leerte.

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  4. Gracias a ti siempre Rocio, por tus atrevidos y jocosos comentarios. Es verdad que Bartolo, lleva las artes amatorias a un nivel, que ni Elsa hubiera imaginado en sus mejores sueños. Cierto es también, que ver a dichoso caballero con los pantalones trabados en las rodillas y el culo al aire, cayendo desde el emblemático olivo, tiene su aquel, más que nada por su pose tan grotesca. En fin, sólo decirte que el honor es mio, si con este humorístico relato, he podido hacerte pasar una tarde entretenida, máximo si has reído. Gracias una vez más por leerme, te deseo un precioso comienzo de semana.

    Abrazos con cariño.

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