Estábamos en plena feria de Abril, en
concreto era sábado, uno de los días más bulliciosos en las casetas de la feria.
Como cada mañana, antes de ir para el recinto ferial, me paré a tomar un café
en el Hotel Plaza, no sólo porque ponen el mejor café de Sevilla, sino también
porque trabaja en la barra mi colega Curro. Este amigo era de lo más cachondo,
así que mientras tomaba el cafecito, me lo pasaba como los indios con mi
amiguete.
En una de esas pausas, que como es natural
teníamos que hacer cuando un cliente requería su servicio, una chica de piel
blanca como el nácar y rubia como el trigo, llegó a la esquina de la barra.
Mientras esperaba que curro la atendiera, me miró de soslayo y sonreí, ella
asintió con la cabeza. Deduje por su vestimenta y la textura de su piel, que
ella era lo que aquí llamamos una “guiri”, y sin miedo a equivocarme diría que
inglesa.
Estando en estas cábalas, Curro fue a
atenderla, de repente me miraron los dos y él me señaló con un dedo,- ¡joder ya
ha tramado algo el muy cabrón! -, pensé. La chica se dirigió hacia mi súper contenta,
yo esperaba lo peor, porque no sabía lo que Curro había ideado para ponerme en
jaque, este colega era un peligro, me metía en cada embolado que para salir de
él tenía que estrujarme las neuronas. Cuando la chica estuvo a mi altura me
dijo:
― ¡Hello! ¿Are
you the driver of the horse car?
Aunque mis amigos me llaman el políglota,
porque se me da bien ligar con las extranjeras, en realidad sólo había dado
francés en la EGB y algo de inglés en el Instituto, o sea que al final era una
mezcla que no me llevaba a ninguna parte, para mí era más efectivo el idioma
universal de los signos, pero bueno a veces tenía que tirar de mi popurrí
lingüístico. Así que le contesté:
― I don´t
speak english very well, just a gross mix of English and French.
Y por meterle una zalamería, para terminar esa
frase le dije “Compras pan”.
― No, yo
comer pan esta mañana para desayuno. Jaja
Joder no esperaba el sentido del humor que
tenía esta chica, se pegó una carcajada con lo de compras pan, que me dejó
enamorado de su simpatía.
― No
precupar, I also speak a Little Spanish. Me respondió con un arte que pa qué.
En aquel momento casi me sentí aliviado, me
dije, con su poco español y mi menos inglés, estamos salvados.
― No soy
cochero, mi amigo gastado broma. Le dije risueño.
― Ok, somos
amigas varias, para feria, esperando car. Yo subir y decir amigas no llegar
car, tu esperar.
Me quedé sorprendido a su contestación, no
esperaba que me dijese de esperarla, así que dije:
― Yes, I
wait for you.
No
tenía ni idea de si mi inglés era mediocre o no, pero para mí la cosa funcionan
mucho mejor con el lenguaje de signos, aunque como la criatura no era muda,
tuve que esforzarme en mi Suajili Sevillano. Así que mientras esta inglesa de esbelta
figura subía a la habitación, yo me dispuse a acabar el café y cagarme en to
los parientes de Curro.
No tardó en bajar la exuberante rubia, vino flechada
hacía mí y me preguntó:
― ¿What´s
your name?
― My name´s
Bartolo, pero no el que toca la flauta.
― Bartoli,
que name tan bonito, parecer torero.
Respondió ella como si hubiera descubierto
algo maravilloso, a lo que yo le dije:
― Yo, toros
desde barrera. ¡Muu! Hacer mucho daño. Bueno tu ¿cómo llamar?
― My name´s
Elisa, ahora conocidos, tu llevar a feria.
― Eso está
hecho, ¡vamos volando!
Salimos del hotel y la llevé al aparcamiento,
donde tenía mi súper vehículo, una vespa de los ochenta, con cinco capas de
pintura encima, la última rosa, se ve que su último dueño había sido una fémina
con complejo de Barbie. Menos mal que para estas ocasiones, tenía un casco de
más, casco que venía con la moto y que como podéis imaginar, era rosa con
lunares blancos; afortunadamente el mío era color pistacho, el único símbolo masculino a parte de mis
huevos que iba en la vespa.
Ella se puso el casco encantada, y cuando se
subió en la vespa, daba la sensación por sus chillidos de entusiasmo, que se
había subido a una limusina en el día de su despedida de soltera. La moto era
el medio más rápido para llegar a cualquier lado en estos días, pues el tráfico
esta impracticable, además así el viaje
se me hacía más cómodo y excitante, pues la muchacha tenía sus enormes perolas
clavadas en mi espalda, de forma que mi pepino corría más que mi vespino; tanto
que en sólo veinte minutos estuvimos en el recinto ferial.
Cuando aquella mujer vio la portada, que daba
entrada al recinto, se quedó boqui abierta, no se esperaba una construcción tan
bonita, no tuvo más remedio que exclamar:
― ¡Guau, que
bonita ser la pórtica de la feria!
A mí me hacía gracia, como Elisa chapurreaba nuestro idioma, estaba
seguro que con esta mujer me lo iba a pasar chachi piruli.
No quiero ni deciros como disfrutaba, cuando
empezó a ver mujeres vestidas de faralaes, y las parejas subidas a caballo;
esta señorita… ¡estaba disfrutando como una enana!, aunque de bajita es lo que
menos tenía, pues me sacaba una cuarta en altura, y eso que yo media uno
ochenta ¡Joder, vaya pedazo de hembra!
Conforme avanzábamos, vi a mi amigo Parodi en
su carruaje de caballos, así que cogí a la guiri de la mano y eché a correr con
ella a trompicones detrás de mí.
― Bartolito,
¿por qué tu correr tanto?
Yo alterado en la carreara, le respondí:
― Calla coño
y corre, que se nos escapa mi amigo Parodi.
En un sprint de kilómetro y medio, conseguimos
alcanzar el coche de caballos, al cual nos subimos sobre la marcha, ya que con
la bulla de la gente, Parodi no nos oía, cuando se dio cuenta ya estábamos sentados
detrás de él, que por cierto, se pegó un susto cuando nos vio de tres pares de
huevos. Aún con el sobresalto en el cuerpo me dijo:
― ¡Que haces
cabronazo, menudo susto me has pegado!
― ¡Coño
Parodi! te he gritado lo indecible, pero no me has oído con la algarabía de la
gente.
Mi amiguete, miró a la guiri que era
llamativa como ella sola y me dijo:
― Tú como
siempre, tan bien acompañado, otra guiri pa tu saca; y… ¡no esta buena la
cabrona!
Yo me sonrojé un pelín, pues mi colega
desconocía que ella sabía algo de español, y yo no estaba seguro si había entendido
algo. Menos mal que nosotros, los amigotes tenemos un lenguaje de signos, y con
ellos, puse sobre aviso a Parodi, para que no siguiera metiendo la pata. Yo un
poco preocupado le dije a la chica:
― ¿Has
entendido a mi amigo?
Ella sonriendo
me replicó:
― Si, dicho
yo toi buena, ¡bonito piropo! No entendí palabro cabrona.
¡Me lo temía!, sabía que algo no le cuadraba,
así que rápidamente le respondí:
― Cabrona,
ser muy típico en Sevilla, expresión de cariño.
― ¡Que
galante ser tu amigo Palote!
No tuve más remedio que aguantar la risa, al
igual que mi amigo que se descojonaba. Una vez nos repusimos de la situación,
le dije a mi colega que nos diera una vuelta en el coche de caballos por todo
el recinto ferial. Cosa que Parodi hizo con mucho gusto, haciendo el mejor
recorrido que se puede hacer en un día tan bullicioso. Elisa, no acababa de
creérselo, ni en sus mejores sueños hubiera pensado entrar con tan buen pie en
una de las ferias más universales.
Después de tan encantador recorrido, paramos en la caseta donde quedábamos toda la
pandilla, él tenía que recoger a sus padres, por lo que se despidió de nosotros
y continúo con su quehacer. Nosotros entramos en la caseta que estaba
abarrotada, allí estaba la mayoría de mi gente, nos acogieron con los brazos
abiertos y empezaron a arrimarnos cervecita con tapitas de jamón y queso, lo
estábamos pasando” chupendi lerendi”.
Estuvimos bailando y sudando como pollos
hasta media tarde, fue en ese punto cuando salimos de la caseta para tomar el
aire, a continuación, nos sentamos en un banco, para entonces ya nos habíamos
besado, abrazado y cogido de la mano, por lo que le eché el brazo por su hombro
mientras ella me contaba cosas de su vida.
Me habló de la población más cercana a
Londres donde vivía, del clima tan húmedo y lluvioso que había en su país, de
lo afortunados que éramos los españoles por tener el clima que teníamos; en
fin, estuvo hablando de muchas cosas, el efluvio del alcohol nos daba cuerda
para no parar de hablar. Estando en estas charlas, ella me pregunto cuál era el
último libro que había leído, yo le dije que había leído “Tonto del capirote”
de Francisco Robles, dijo no conocerlo, yo pensé para mis adentros, estos
guiris no conocen la buena literatura. Ella continúo contándome, que el último
libro que había leído era la trilogía de “Las cincuenta sombras de Grey”, que
le había llamado mucho la atención, que le gustaba su trama, aunque ella nunca
había practicado algo parecido, y que le gustaría practicarlo alguna vez en su
vida.
Después de contarme esto, me preguntó que si
yo lo había leído; le respondí que no, que mis cincuenta sombras eran muy
particulares, que yo, si las había practicado, pero a lo typical spanish. Elsa
se quedó asombrada al decirle que yo sí había practicado esos malabares, así
que en tono dudoso me preguntó:
― ¿De verdad
tú practicar sexo, en forma de cincuenta sombras?
― ¡Pues
claro chiquilla! Muchos años antes que
saliera ese libro al mercado, ya practicaba yo todas estas artes amatorias.
En ese momento se quedó mirándome como si yo
fuera un Dios. Se giró completamente y acercando su boca a la mía, introdujo su
lengua dulcemente y empezó a recorrer todo mi paladar, eso arrancó mi motor y
enrosqué mi lengua sobre la suya haciendo círculos inimaginables, el tiempo
pasaba y nuestras lenguas no se soltaban, así que, al no poder separar nuestras
bocas, la saliva empezó a derramarse por la comisura de nuestros labios. Era
una necesidad imperiosa la de tragar su saliva, mientras nuestras manos se
dispararon, buscando los lugares más erógenos de nuestros cuerpos para darnos
placer.
En un momento de lucidez, me di cuenta que
estábamos en el mismo centro del real de la feria, por donde pasaba todo el
mundo; y nosotros casi hipnotizados estábamos casi desnudándonos y a punto de
dar un escándalo público. Con todo el dolor de mi corazón, no tuve más remedio
que parar y pararla a ella, que abrió los ojos como si estuviera en otro
planeta, cuando despabiló un poco me dijo:
― ¿Por qué
parar tú? ¡Con lo cachonda que yo estar!
Yo recomponiendo su ropa y la mía, no tuve
más remedio que decirle:
― ¡Joder
Elsa! Yo también estoy más caliente que el palo de un churrero; pero no te das
cuenta, que estamos en todo el meollo y como sigamos así, ¡cualquiera nos para
a la hora de acoplarnos!
― Pues yo
estar muy caliente, ¿qué poder hacer?
Yo pensé rápidamente, para dar una solución
al tema, así que le respondí:
― No te
preocupes, vamos a una casita que tiene mi abuelo en las afueras de Sevilla,
ahí estaremos tranquilos.
Rápidamente salimos del recinto, buscamos mi
súper bólido y a todo carajo nos dirigimos hacia la casita de campo de mi
abueli. Una vez abrí las puertas de la parcela, ella se quedó alucinada al ver
los árboles frutales que embellecían la finca. Con el calentón que llevábamos,
yo no eché cuentas de poner la pata de cabra de la vespa y ésta se fue a tomar
por culo, pero eso era lo que menos me importaba.
Subiendo una cuestecita que había para llegar
a la casa, yo paré a la altura de un olivo milenario que tenía mi abuelo, allí
ella volvió a meterme mano, aunque yo no quedé manco. Nos besábamos el cuello,
apretábamos nuestras cinturas, desabrochábamos botones, era un desenfreno
total; ella se arrodilló sacando mi falo de su escondite, ¡uff! ¡Que rico lo que
me hacía!, marcaba todo el contorno con la subida y bajada de sus labios, que
yo, presto en estas lides casi sucumbo al primer envite. En un momento dado, no
tuve más remedio que coger su cabeza y pararla, pues quería desarrollar un poco
más aquella embestida. Lo malo que al pararla ella me pregunto:
― ¿No gustar
mamada Bartolito?
A lo cual yo casi sin aliento le respondí:
― ¡Claro que
si Elsa!, pero quiero llevarte al súmmun de las cincuenta sombras, ¿recuerdas?
Sin darle tiempo a articular palabra, me
encaramé en el olivo y empecé a trepar, no me di cuenta que llevaba los
pantalones a media asta y el culo fuera, así que en el primer empuje me trabé
con los pantalones y caí sobre el césped de una forma casi grotesca, ¡coño, qué
vergüenza!
Elsa se meaba la muy jodia, al verme caer del
olivo de esa manera, sin poder contener la risa me dijo:
― ¿Tú querer
hacer cincuenta sombras, o Tarzán y Jane?
― ¡Espera
joder! Que trataba de subir al olivo y no me di cuenta de que tenía los
pantalones en los tobillos. Dame dos minutos por favor.
Me recompuse abrochándome los pantalones y
volví a trepar al olivo. Ella no sabía mi insistencia por subir al árbol a qué
se debía, pero yo si lo tenía claro. Gateé hasta encontrar una vara de mi
agrado, saqué una pequeña navajilla que llevaba en el bolsillo y la corte
bajando con ella, la vara estaba totalmente derecha, así que me dispuse a
quitarle las hojas para dejarla totalmente preparada. Elsa me miraba con
asombro, no daba crédito a las cosas, para ella tan raras que yo estaba
haciendo.
Mientras yo pelaba la vara, Elsa volvió a bajarme
los pantalones y continuo su sutil labor, consiguió rápidamente ponerme en
situación; la cogí por los cabellos y volví a levantarla, esta vez no para que
parara, era porque me tocaba a mí entrar en escena. De tal modo que la despoje
de su vestido, todo esto sin parar de danzar y movernos sin control. En uno de
los recules, pude alcanzar una cuerda que había sobre un naranjo, como pude le
até las manos y lance la cuerda por lo alto de una rama del naranjo; tiré de
sus manos hasta tensarlas hacia arriba, ¡qué imagen la de aquella mujer
totalmente desnuda y atada a la rama de un naranjo!
La tenía inmóvil, totalmente a mi
disposición, para hacerle cualquier cosa que pasase por mi imaginación; sin
titubear la giré poniéndola mirando hacia el tronco del árbol y de espaldas a mí,
me arrodillé detrás de su culo, abrí sus nalgas y como Rómulo y Remo empecé a
mamar de sus labios, utilicé la técnica de la media luna, bajando con mi lengua
desde su clítoris hasta su ano, esta fricción en su vulva la hacía enloquecer,
sus labios no paraban de pujarse y su ano se apretaba cada vez más, las corridas
le surgían encadenadas, yo sólo podía contener el néctar que derramaba de su
loto, mientras sus gritos apabullaban a los gorriones que rondaban por los
alrededores.

Mi olfato estaba lleno de un olor intenso a
vagina caliente, mi lengua degustaba un sabor a sabia descontrolada por el
desenfreno, pero lo más alucinante de todo, es que estos sabores y olores se
mezclaban con el perfume a azahar que desprendía el naranjo, esta mezcla nos
estaba drogando de tal manera, que su mirada estaba perdida y la mía totalmente
ida por el deseo. Una vez la tenía con la guinda en la boca, me incorporé asiendo
la vara de olivo fuertemente en mi mano, sin dudarlo, empecé a azotarla,
primero en sus glúteos, al sentir la vara sobre su piel, empezó a retorcerse entre
una mezcla de placer y dolor.
Cada azote, hacía que se girase sobre la
propia cuerda, lo cual yo aprovechaba para azotar su vientre y sus senos; Elsa
emitía unos sonidos mezclados, sacados de sensaciones nunca sentidas, su cara
lo decía todo, no negaba pedía más y yo la asistía en su deseo de experimentar
sensaciones nuevas. Ella no paraba de sudar, los verdugones eran ya más que
visibles, entonces pensé que era el momento de detener su giro, tenía el
cabello pegado por el sudor a la cara, se lo retiré con suavidad y la miré
fijamente, sus ojos tenían un brillo difícil de explicar con palabras, Elsa me
miró complaciente y subyugada por el placer.
Mi mente me pedía lamerla, así que empecé a
lamer las marcas rojas que había dejado en sus pechos, mientras los lamia ella
inclinaba el cuello hacia atrás y miraba hacia el cielo, borbotones de placer
bordeaban la comisura de sus labios, que goteaban como botones de regadío. En
mi placentera tarea y después de endurecer aún más si caben sus pezones, fui
bajando mientras seguía lamiendo las marcas que había dejado la vara en su
vientre, mi saliva era bálsamo para aquellas heridas que sanaban al paso de mi
lengua; seguí bajando hasta dar de nuevo con su coño, ahí me entretuve bastante
rato, trataba de compensar el paréntesis que habíamos hecho, mi lengua
profundizaba en su cavidad haciendo movimientos de dentro hacia fuera,
martilleando su erecto clítoris, le daba tanto gusto que si no hubiese estado
amarrada, habría caído al suelo, pues sus pierna no podían sostenerla.
La giré y volví a la postura de inicio
dejando su culo frente a mi cara, esta vez mi cometido era lamer y besar cada
verdugón marcado en su trasero, lo hacía con toda la delicadeza y ternura del
mundo, esa chica se había ganado su premio, que era llevarla a la gloria del
placer. Una vez hube lamido y besado todas las marcas de su culo, decidí que
era el momento de descorchar la botella de champán y ponerle la guinda al
pastel; me incorporé lentamente, mientras paseaba mi lengua desde la comisura
de su trasero, recorriendo toda su espalda hasta llegar a su cuello, lo besé
con énfasis subiendo en círculos hasta alcanzar su oído, donde metí mi
legua cual oso hormiguero buscando su
sabrosa comida; desde allí volví a bajar hasta sus axilas, las besaba, las
lamia, mientras Elsa estaba delirando como bruja en el Aquelarre.
Una vez estaba totalmente preparada para
entrar en el fuego, empecé a morder su nuca con suavidad, mientras yo apuntaba
mi falo directo en su ano, lo penetré suavemente, una mueca de dolor salió a la
luz, pero en unos segundos estuvo perfectamente enculada, yo quede quieto, fue
Elsa la que empezó despacio a mover su culo, cada vez con más fuerza lo
apretaba contra mi vientre, creábamos una danza de lo más intrigante con
nuestros movimientos, los dos gemíamos al unísono, aquello era éxtasis
derramado por cada poro de nuestros cuerpos.
Después de un buen rato dándole por detrás,
decidí que había que pasar de la mueca del dolor a la mueca del paroxismo
total; así que saque mi verga de su ano y la introduje en su jugoso coño, esta
vez el respingo fue angelical, como si quisiera alcanzar el cielo aquí en la
tierra, yo tenía el grueso de mi polla en su máximo diámetro, estábamos
acoplados como embolo que entra en su encaje a la perfección, ahora sólo
quedaba buscar el movimiento justo, fui montándola en un equilibrio casi
perfecto, pues dudo que en natación se sincronizaran como nosotros.
Estuve cabalgándola dilatando el tiempo al
máximo, cuando por fin yo estaba a punto de caramelo, ella como adivina lo notó
y me gritó:
― ¡Para,
para, por favor!
Yo paré inmediatamente, no sé qué pasaba, así
que le pregunte:
― ¿Qué pasa
Elsa?
― Nada, no
pasar nada, tu sólo desátame.
La desaté enseguida, ella se volvió me besó la boca y deslizándose
hacia abajo fue dejándome su saliva por todo mi pecho hasta llegar a mi falo,
el cual cogió con una mano, mientras la otra acariciaba mis testículos como
buena jugadora de dados, luego la abordo con sus labios, la lamia la besaba, la
chupaba, y cuando vio que mis misiles estaban listos, la sacó de su boca y
empezó a pajearme enfocando mi pene hacia su cara, abrió su boca dejando salir
su lengua como receptáculo para lo que se le venía encima, fue cuestión de
segundos, mi excitación no podía prolongarla más, así que apreté mis nalgas
mientras soltaba un cañonazo de leche, que no hubo parte de la cara de Elsa en
la que no hubiera esperma ; esta vez fui yo al no estar atado, el que caí de
rodillas ante ella, mis fuerzas en ese momento no daban más de sí. Nos
abrazamos, nos dimos unos besos y como buenamente pudimos, nos recompusimos y
entramos en la casa. Como podéis imaginar allí siguió la fiesta, hasta bien
entrada la noche, cuando ya casi exhaustos, nos duchamos y salimos pitando para
Sevilla, ya en busca del hotel de Elsa.
Aún recuerdo la gracia que me hizo Elsa,
cuando bajando por la carretera hacia la ciudad me dijo:
―
¡Bartolito, tener cuidado con baches, yo no tener culo como para saltar!
Me meaba con esta chica, era además de
sensual, erótica y súper divertida. Cuando por fin llegamos a la puerta del
hotel, nos fundimos en un largo abrazo para despedirnos, antes de soltarnos nos
besamos varias veces. Yo me dirigía hacia mi vespa, cuando ella de repente me
gritó desde la puerta:
―
¡Bartolito, yo volver año que viene y tu follar, pero no follar como cincuenta
sombras Typical Spanish, que dejar culo para el arrastre!
No pude contener la risa y después de una
sonora carcajada le contesté:
― Vale Elsa,
te lo prometo, te follare pero sin cincuenta sombras rústicas.
Ella sonrió
y exclamó:
― Ser broma
Bartolin, tú follar como quieras, tú vuelves loca mí ¡Te adoro!
Alzó su mano, agitándola y diciéndome adiós
entró en el hotel, yo me fui pensando, ¡que tía joder, es para enmarcarla, vale
un potosí!
Alejandro
Maginot